La Columna de FOZ

Fue el surgimiento de Atenas y el miedo que en Esparta ello generó lo que volvió inevitable la Guerra del Peloponeso”, escribió Tucídides hace 2,500 años. Relató así, por primera vez, la tensión estructural tóxica que se genera cuando una potencia emergente jaquea drásticamente a una dominante. En una charla TED, el profesor de Harvard Graham Allison lista 16 casos históricos de procesos similares. Sólo en cuatro se pudo evitar una guerra violenta: España con Portugal en el siglo XV, y EEUU e Inglaterra, la URSS y EEUU, y Alemania con Francia e Inglaterra en el siglo XX.
EEUU acusa a China de aprovecharse de los beneficios del sistema comercial y financiero global sin cumplir con las obligaciones correspondientes. Denuncia casos de apropiación de propiedad intelectual, transferencias forzadas de tecnología y subsidios ocultos. China afirma que EEUU recién reacciona ante su exitoso modelo —uno cuya implementación le ha permitido sacar de la pobreza extrema al 90% de su población en cuatro décadas— porque siente su primacía global amenazada, especialmente en el contexto de una inminente transformación tecnológica exponencial.
Más allá de los argumentos de las partes, y de las abismales diferencias en personalidad entre sus actuales líderes políticos, lo evidente es que la tensión comercial entre China y EEUU sigue escalando, y se ha extendido a un enfrentamiento tecnológico que puede tener serias consecuencias en lo económico y militar. De no identificarse renovados principios de coexistencia, dicha confrontación puede afectar severamente la marcha de la economía mundial durante las próximas décadas. La Guerra del Peloponeso duró 27 años.
Actualmente, EEUU viene restringiendo la inversión china en sectores tecnológicos de punta, como la inteligencia artificial (IA) y el 5G. También presiona a sus socios y aliados para que se resistan a participar en el Puente Terrestre Euroasiático —el programa masivo de infraestructura promovido y financiado por China en su antigua Ruta de la seda— y ha extendido su presencia naval en zonas marítimas que China podría pretender pronto reclamar para sí.
El mundo ya sobrevivió a una Guerra Fría, afirmarán algunos. Pero el economista Nouriel Roubini advierte que si el enfrentamiento entre China y EEUU se intensifica, sus consecuencias serán mucho más drásticas que las resultantes del enfrentamiento entre EEUU y la URSS hasta la caída del Muro de Berlín. La Unión Soviética llegó a desafiar a EEUU en tecnología militar y espacial, pero su economía productiva era bastante auto-centrada y poco competitiva. China, en cambio, pronto será la mayor economía del mundo, y se encuentra densamente integrada en el comercio y las finanzas mundiales.
En el extremo, una mayor tensión podría devenir en la formación de dos bloques antagónicos, uno dominado por China y el otro por EEUU. Y a diferencia de la Guerra Fría del siglo pasado, mantenerse al margen de la confrontación podría resultarles inviable a los demás países. Los avances tecnológicos futuros de la IA y del 5G podrían otorgarle, a los gobiernos de dichas potencias, una palanca política y social tan poderosa como para obligar a los demás países a tomar partido.
La fuerte rivalidad y la dura competencia entre China y EEUU ya son inevitables. Identificar nuevas reglas de juego que posibiliten una coexistencia pacífica entre los dos países constituye el tema clave de la geopolítica del siglo XXI. Si China pretendiera proyectar agresivamente la extensión de su creciente poder —en Asia primero y luego en el mundo— o si EEUU decidiera contener o bloquear espacios al desarrollo chino, el mundo volvería a sufrir, otra vez, la trampa de Tucídides.

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