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Matemáticamente posible

No debería sorprendernos cuando mañana, lunes, el INEI anuncie una tasa de crecimiento del PBI de alrededor de 4.5% en abril, la más alta en un año y que contrasta con el 1.7% del 1T15. El resultado de abril –que se repetirá parcialmente en mayo– reflejará la recuperación de la minería y la pesca, pero no una mejora generalizada de la economía, especialmente en los mercados vinculados a la demanda interna.

Afortunadamente los pescaditos no entienden de confianza empresarial ni de medidas de reactivación económica: simplemente aparecen y desaparecen en función de determinadas condiciones climáticas que fueron muy favorables en estos dos meses. Por su parte, el rebote de la producción minera es el resultado –ansiosamente esperado– del arranque de la producción comercial y de las mejoras operativas de un par de proyectos, Toromocho y Constancia, cuyas decisiones de inversión se tomaron varios años atrás y finalmente se hicieron realidad. Además, la manufactura vinculada a estas industrias extractivas –harina y aceite de pescado, y la refinación de metales– crecerá por primera vez en buen tiempo y a tasas inusualmente elevadas.

El detalle es que el procesamiento de los productos primarios sólo representa la quinta parte de la actividad manufacturera peruana. La otra manufactura continúa estancada y, en algunos rubros, aún con retrocesos graves. El caso minero es útil para entender la dicotomía entre la producción y la inversión que afecta a diversos sectores en este momento. Si bien la producción minera aumenta, en simultáneo los flujos de inversión minera están en una fase de marcada contracción. Como resultado, empresas en diversos sectores –como metalmecánica, cemento y siderurgia– reducen el uso de su capacidad instalada y postergan sus planes de nuevas ampliaciones de manera indefinida.

Lento y no seguro

Otros sectores que fueron claves en flujos de inversión en los últimos años o estaban llamados a ser los motores de recambio para el crecimiento durante la primera mitad de este año –el desarrollo inmobiliario, los megaproyectos de infraestructura concesionada, el sector hidrocarburos o la inversión pública directa– han sufrido las consecuencias de un entorno internacional que sigue complicado, pero esencialmente de la falta de apoyo oportuno desde las diversas instancias de la gestión pública. La consecuencia es que diversas iniciativas de inversión, que deberían haber estado en plena construcción durante el primer semestre, recién están en trabajos preliminares.

Si la inversión no camina como se planea, afecta negativamente el ritmo de contratación de personal (el empleo formal creció apenas 1% en el 1T15) y la expansión del gasto de los hogares (el consumo privado creció 3.6% tanto en el 4T14 como en el 1T15, la tasa más baja desde la crisis financiera internacional del 2008 y del 2009), lo que a su vez golpea a sectores como comercio y servicios.

Entonces, si el PBI registrará resultados ‘algo elevados’ debido a factores puntuales durante unos meses, ¿cuál es el ritmo de crecimiento que refleja mejor el desempeño actual de un número más amplio de sectores orientados al mercado interno y que se puede utilizar como benchmark para nuestros negocios? Una tasa de crecimiento real no mayor a 2% sería el referente más adecuado.

En la segunda mitad de este año, algunos motores comenzarán a prenderse, como la inversión en infraestructura concesionada –donde es meritorio el esfuerzo de la gestión actual del MTC por agilizar permisos y concretar adendas– y la inversión pública directa. Desafortunadamente esto será insuficiente para compensar el frío arranque del año.

¿Fuera del alcance?

Como decía un entrenador de nuestra selección de fútbol hace varios años, “matemáticamente aún podemos ir al mundial”, que en este caso sería crecer 4% este año. El problema es que tendría que darse una combinación simultánea de resultados de ‘los otros partidos’ que hoy parece extremadamente difícil. Por ejemplo, se requeriría de un manejo apropiado de los conflictos sociales que evite que el impacto de la crisis de Tía María se extienda a otros proyectos claves, que el fenómeno de El Niño no se prolongue más allá de octubre ni que su magnitud se intensifique, y que tengamos un período electoral –al menos durante lo que resta del año– sin grandes sorpresas. ¿Alguien se atreve a apostar?

Autor: Víctor Alburquerque, jefe de análisis sectorial de APOYO Consultoría
Fuente: Semana Económica

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