La Columna de FOZ

En el Perú, contamos con una organización política demasiado fragmentada. En Colombia, Chile y México, el número de habitantes por alcalde supera 40,000. En el Perú, tal indicador es apenas 17,000. El número de regiones, municipalidades y distritos probablemente duplique o triplique el que debería ser. Nos gobernaríamos bastante mejor con unas 10 regiones en vez de las 25 existentes, con unas 80 y no con 195 provincias, con unos 800 y no con 1,840 distritos. Lima tendría una mejor situación y futuro si su área metropolitana tuviese menos de 20 y no 43 distritos. Si San Juan de Lurigancho ya cuenta con más de un millón de habitantes, es difícil entender por qué algún otro distrito debería tener menos de 250,000 habitantes. Sólo 13 superan esta población. El diseño político del país es uno innecesariamente barroco.

De otro lado, el número de partidos políticos supera también al correspondiente de Colombia, Chile o México, con el agravante de que la mayoría ha perdido presencia nacional. Si en las elecciones regionales del 2002 la suma de votos correspondiente a los partidos políticos sumó 79% del total, ese porcentaje disminuyó a menos de la mitad en las elecciones del 2010. En no pocas localidades, candidatos vinculados con partidos nacionales han preferido vestirse de marcas locales ad hoc.

En el actual proceso, 120,000 personas han buscado ser elegidas a algún cargo, ¡una por cada 250 personas! En importantes regiones, los más votados no han alcanzado el 30% requerido. Hay, de otro lado, alcaldes elegidos con menos del 20%, que temerán procesos de revocatoria desde el primer día de su mandato.

Son muy pocos los peruanos que consideran que nuestra democracia funciona a la par con el resto de América Latina. En la última década, el Perú ha sido el líder regional en crecimiento económico pero, a la vez, ha perdido firmeza institucional. Se requiere de un verdadero shock de reformas para superar esta grave crisis.

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