La Columna de FOZ

El físico y cosmólogo Max Tegmark, profesor del MIT, es autor de Life 3.0, un libro que versa sobre los posibles escenarios para cuando la inteligencia artificial (IA) supere a la humana. En el léxico que usa, Vida 1.0 sería la de plantas y animales menores, que apenas sobreviven reproduciéndose; Vida 2.0, la de aquellos seres, como los humanos, que pueden aprender habilidades, adaptarse al entorno y crear una cultura. A ellos los describe Tegmark como capaces de “diseñar su software”. La Vida 3.0 implicaría la posibilidad de transformar también el hardware, la propia forma física. La inteligencia, incluso la consciencia, ya no quedaría limitada a un cuerpo orgánico y podría eventualmente contenerse en sílice o cualquier otro material. Las computadoras de hoy leen, aprenden, reconocen caras, traducen lenguas y coordinan entre sí. Todavía no piensan autónomamente. Entre los físicos destacados, la mayoría considera inevitable que, en el futuro, la IA supere al cerebro humano en todas sus funciones: memoria, cognición y capacidad de aprendizaje. ¿Obtendrá también consciencia? Una reciente encuesta entre científicos arroja 2055 como la fecha más probable para este hito, aunque algunos escépticos la retrasan al siglo XXII. Henry Kissinger en The Atlantic mostró recientemente su preocupación respecto de las eventuales consecuencias de una transformación así. ¿Cuál sería la ética que seguirían estas máquinas ultra-inteligentes? ¿Qué leyes cumplirían?
Una Vida 3.0 exitosa ofrecería la ilusión de poder enfrentar y superar la mayoría de los problemas que agobian actualmente a los seres humanos: se descubrirían nuevas tecnologías transformadoras, nuevos recursos energéticos; las enfermedades incurables podrían dejar de serlo y —en el escenario más optimista de Tegmark— se difundiría, desde la Tierra, vida inteligente a todo el universo. Pero también, como Kissinger teme, pueden ocurrir fallas significativas en el camino, y entonces no habría por qué suponer que máquinas pensantes autónomas, mil veces más potentes que las que hoy derrotan a los campeones de ajedrez o Go, le vayan a otorgar a un ser humano una consideración mayor a la que hoy recibe cualquier insecto.
Por 4,000 años, la vida en la Tierra se ha regida por leyes como las de la selección natural y la química orgánica. Ahora, la ciencia haría posible una nueva era de vida no orgánica basada en el diseño inteligente, evolución que podría luego proyectarse a toda la galaxia. Y hay decisiones, a tomarse pronto, que podrían tener un impacto trascendental en la evolución futura de la vida. Cuando se evalúan escenarios para el 2050, aquellos que suenen a ciencia ficción, probablemente tendrán más de una falla; los que no, estarán ciertamente equivocados, sin la menor duda.
Como en otros momentos estelares de la historia, algunas de estas decisiones pueden tomarse finalmente en función de consideraciones miopes y cortoplacistas. Ya el mundo actual viene siendo transformado por algoritmos no muy sofisticados pero capaces de piratear información confidencial para predecir comportamientos y contribuir a influir en deseos y opiniones. Quienes proyectan con pesimismo estas tendencias pronostican un debilitamiento mayor de instituciones liberales relevantes, como las elecciones y los mercados, por la transferencia gradual de autoridad de los humanos a los algoritmos.
Life 3.0 resulta un libro de ideas e información sorprendente. Propone a sus lectores una conversación amena y estimulante. Su autor trasmite una curiosidad apasionada y contagiosa sobre lo que sería el impacto de la IA en el acontecer futuro.

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