La Columna de FOZ

La mayoría de las familias suele confiar en lo que Paul Tough -autor de How Children Succeed– llama la “hipótesis cognitiva”: el éxito en la vida dependería principalmente de tales habilidades -el tipo de inteligencia medible vía pruebas de IQ y que incluye las habilidades para reconocer letras y palabras, para calcular números y para reconocer patrones-. Asimismo, se suele presumir que la mejor manera de desarrollar estas habilidades es practicándolas intensamente y empezando lo más pronto posible.

En su libro, Tough aboga por una segunda hipótesis, centrada en el carácter. Para él, hay otras habilidades -la persistencia, el autocontrol, la curiosidad, la conciencia, el coraje y la autoconfianza- que resultan más relevantes que la potencia intelectual para alcanzar el éxito.

El carácter se forma enfrentando y superando fracasos, una experiencia que resulta limitada para aquellos niños acomodados que son criados sobreprotegidos. Los niños pobres, de otro lado, no reciben suficiente apoyo de la sociedad para transformar sus variados desafíos en avances formadores del carácter. Si para los ricos, la red de seguridad resulta tan rígida como un arnés; para los pobres, su carencia vuelve traumática cualquier caída.

Por razones obvias, la infancia constituye una etapa crítica para los más pobres. En la adolescencia, los problemas más complejos son un escaso apego materno, una excesiva crítica paterna y una supervisión mínima después del colegio. En esta etapa, las carencias de los ricos pueden ser mayores que las de los pobres.

En su libro, el autor cuenta que abandonó sus estudios en la Universidad de Columbia y reconoce que, para muchos, tal decisión revelaría una escasa habilidad no cognitiva. Pero cuenta, luego, cómo aprendió de sus errores en un largo y solitario viaje en bicicleta desde Atlanta a Halifax, Canadá. Entró luego a trabajar en la revista Harper, donde inició una exitosa carrera como escritor y editor.

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