La Columna de FOZ

Fue Charles Rangel la pieza clave para que el Congreso de EEUU aprobara el TLC con el Perú. Cuando fui embajador en Washington, tuve largas reuniones con él, unas muy cordiales, muy intensas otras. Una noche nos tuvo negociando sin parar en el Capitolio, desde un viernes en la tarde hasta el sábado al mediodía. Otro día, me llamó alterado para exigirme que le explicara inmediatamente cómo un gobierno –no un juez, como es en EEUU– se atrevía a declarar ilegal una huelga. “U olvídense del TLC”, me dijo.

Nacido en Harlem, Rangel no conoció a su padre ni terminó el colegio. En la guerra con Corea, recibió dos veces la máxima medalla al valor. Becado por ello, escogió estudiar abogacía sólo para impresionar a su abuelo, un ascensorista del edificio de la Corte. En 1971, fue elegido para representar a su distrito, el más pobre de Nueva York, en el Congreso de EEUU, donde llegó a alcanzar la presidencia del Comité de Ways and Means, el más poderoso de la Cámara Baja.

En el 2008, Rangel fue acusado por algunas faltas éticas. El departamento donde vivía desde joven lo había agrandado comprando otras unidades del mismo edificio que se había construido con subsidios estatales. Luego, no había declarado como ingreso algunos alquileres que había recibido por una cabaña de verano que poseía en República Dominicana. Por último, había usado el papel con el membrete de la Cámara para iniciativas privadas. En el 2010 tuvo que renunciar a la presidencia de su Comité.

En las últimas semanas, dos candidatos lo enfrentaron en las primarias del Partido Demócrata. El New York Times editorializó en su contra. A los 84 años, sorprendió en el debate aprovechando sus primeros tres minutos para responder una llamada que le entró al celular en la cual, simulando la conversación con un amigo, despotricó contra sus rivales. Ganó por 1,800 votos. En noviembre será reelegido por vigésimo segunda vez al Congreso. El Partido Republicano prefiere no presentar candidato en su distrito.

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